Hay
días que el Jaque es un pub de saldo, un bar de copas para gente
básica que el examen más complicado que han hecho en su vida fue el
de su propia conciencia.
Una noche, un borracho sobrio de estos que se beben hasta el champú del lavabo y se enjuaga la boca con el agua de la cisterna para que no le huela el aliento, discutía con una mulata bien parecida pero vestida por su peor enemigo, le escupía a la cara, que había un tipo en el Jaque que andaba detrás de llevársela a la cama, ella se volvió tan sorprendida como ofendida preguntándole ¿solo uno?.
Toni el camarero,que tiene mil corridas lidiadas y conoce bien el percal, le sirvió las dos últimas copas del alambique que maneja en la rebotica del Jaque, el tipo cambió de color y antes de que la mulata lo llevara a horcajadas hasta la puerta, intentó varias veces salir por la máquina del tabaco.
...Hacía tiempo que no discutía con Marga, el mono de sus quejas, me acongojaba, me atenazaba la garganta.
Marga viene y va a su antojo y cuando me llama, una raya blanca se va dibujando en el suelo marcando mis pasos hasta donde se encuentre ella.
Era viernes y la media noche hacía una hora que se entregó al sábado cuando llegué al Jaque, allí estaban Alma y ella...
Habían estado todo el día juntas, nadie es capaz de mantener su personalidad intacta después de compartir un día con Alma, siempre le dije a Marga, esa mujer no es trigo limpio, acabará haciéndote daño.
La charla, no obstante, era animada, éramos el centro de atención del Jaque, dos hermosas y jóvenes rubias y un otrora esquivo, huraño e intratable escritor que intentaba rayar a su altura.
Alma vestía un mono de pantalón verde holgado muy corto y Marga una camisa clara y un short vaquero, estaban lanzadas, el trasiego de alcohol desde mediodía ya empezaba a surtir efectos.
Hubo un momento en que Alma comentaba el último de sus tatuajes a los que era tan aficionada, y decidida, en un solo gesto se levantó el pernil del mono pantalón y la braguita con una facilidad asombrosa, dejando al descubierto el rasurado monte que une sus piernas, decorado con unos infames motivos florales, reíamos como si se fuese a acabar el mundo.
Es harto complicado para un hombre abstraerse al juego sucio de Alma, es de las que piensan como aquel proverbio chino que dice:
“El árbol retorcido vivirá su vida mientras el derecho acabará siendo una viga”
Alma tenía licencia para atacar y matar y ya a su temprana edad tenía el arma llena de muescas.
Ese verano, confesos, pasaron por su entrepierna nueve, desde un gitano al hijo de un amigo y un alumno de por medio, aunque en honor a la verdad he de decir que conmigo nunca lo intentó, algo no funcionaba entre nosotros, o ella me veía muy enganchado de Marga o como dicen ahora...entre nosotros no había química.
Marga no dice nada pero lo observa todo y le gusta tener bien señalado su territorio como una tigresa de Bengala, aquella noche dio un golpe de autoridad y me ordenó tajante bajar a la planta baja, a los servicios del Jaque...
Apenas había dado una vuelta el minutero del reloj cuando oí el tintineo de sus tacones bajando las escaleras, la segunda orden fue que entrara al baño de chicas, la tercera no hizo falta...
Una noche, un borracho sobrio de estos que se beben hasta el champú del lavabo y se enjuaga la boca con el agua de la cisterna para que no le huela el aliento, discutía con una mulata bien parecida pero vestida por su peor enemigo, le escupía a la cara, que había un tipo en el Jaque que andaba detrás de llevársela a la cama, ella se volvió tan sorprendida como ofendida preguntándole ¿solo uno?.
Toni el camarero,que tiene mil corridas lidiadas y conoce bien el percal, le sirvió las dos últimas copas del alambique que maneja en la rebotica del Jaque, el tipo cambió de color y antes de que la mulata lo llevara a horcajadas hasta la puerta, intentó varias veces salir por la máquina del tabaco.
...Hacía tiempo que no discutía con Marga, el mono de sus quejas, me acongojaba, me atenazaba la garganta.
Marga viene y va a su antojo y cuando me llama, una raya blanca se va dibujando en el suelo marcando mis pasos hasta donde se encuentre ella.
Era viernes y la media noche hacía una hora que se entregó al sábado cuando llegué al Jaque, allí estaban Alma y ella...
Habían estado todo el día juntas, nadie es capaz de mantener su personalidad intacta después de compartir un día con Alma, siempre le dije a Marga, esa mujer no es trigo limpio, acabará haciéndote daño.
La charla, no obstante, era animada, éramos el centro de atención del Jaque, dos hermosas y jóvenes rubias y un otrora esquivo, huraño e intratable escritor que intentaba rayar a su altura.
Alma vestía un mono de pantalón verde holgado muy corto y Marga una camisa clara y un short vaquero, estaban lanzadas, el trasiego de alcohol desde mediodía ya empezaba a surtir efectos.
Hubo un momento en que Alma comentaba el último de sus tatuajes a los que era tan aficionada, y decidida, en un solo gesto se levantó el pernil del mono pantalón y la braguita con una facilidad asombrosa, dejando al descubierto el rasurado monte que une sus piernas, decorado con unos infames motivos florales, reíamos como si se fuese a acabar el mundo.
Es harto complicado para un hombre abstraerse al juego sucio de Alma, es de las que piensan como aquel proverbio chino que dice:
“El árbol retorcido vivirá su vida mientras el derecho acabará siendo una viga”
Alma tenía licencia para atacar y matar y ya a su temprana edad tenía el arma llena de muescas.
Ese verano, confesos, pasaron por su entrepierna nueve, desde un gitano al hijo de un amigo y un alumno de por medio, aunque en honor a la verdad he de decir que conmigo nunca lo intentó, algo no funcionaba entre nosotros, o ella me veía muy enganchado de Marga o como dicen ahora...entre nosotros no había química.
Marga no dice nada pero lo observa todo y le gusta tener bien señalado su territorio como una tigresa de Bengala, aquella noche dio un golpe de autoridad y me ordenó tajante bajar a la planta baja, a los servicios del Jaque...
Apenas había dado una vuelta el minutero del reloj cuando oí el tintineo de sus tacones bajando las escaleras, la segunda orden fue que entrara al baño de chicas, la tercera no hizo falta...
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