Aquella
noche llovía a destajo, parecía que el mundo quería anunciar su
final en uno de aquellos condenados truenos que sonaban como
cañonazos de una Smith & Wesson de 9mm , el Pub Jaque, era el
mejor refugio que se podía encontrar a las dos de la madrugada
cuando ya sólo el infierno se mantenía abierto.
Van Morrison
endulzaba el aire con su ¿Have I told you latey that Ilove you?
mientras, una pareja se comían a besos y recorrían su anatomía con
nerviosas manos en la penumbra de un rincón al
ritmo de su romántica balada.
Absorto entre mis notas en sucio
escritas en servilletas de bar, no percibí la llegada de mi amigo
Charlie hasta que me rozó con sus dedos el hombro.
Nuestra
amistad andaba en declive, curiosamente, vivimos nuestro mejor
momento mientras compartía con él su lecho y su mujer.
Apenas
cruzamos cinco miradas y cuatro palabras hasta que llevó a sus
labios el tercer Jameson, fue entonces cuando me rodeó con su brazo
y me dijo:
Solo...
Mi mujer me deja, nuestro matrimonio muere
de desgana, de falta de paciencia y de sobra de orgullo y
soberbia
Por otro lado, tengo improbadas, pero serias sospechas de
que me engaña, continuó diciendo con los ojos vidriosos y el gesto
apretado, siempre ha sido tan activa para la calle como sedentaria
para la casa.
Quiere más libertad, quiere un hogar sin puertas ni
relojes...
Charlie era un tipo rubio, enjuto y bien parecido al
que las copas le perdían, su matrimonio era más falso que la
sonrisa de un Joker, un barco con mil vías de agua y una sirena a
bordo sin miedo a un naufragio, acostumbrada a nadar entre
tiburones.
Pero la confesión me sonó a déjà vu...
13/01/2019
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