El Jaque cada noche que empieza pone el marcador a cero, ni guarda memoria como los ricos ni rencor como los pobres, cada madrugada es un mundo diferente a la anterior y Toni el camarero es como una gallina clueca que engüera el nido aunque no haya huevos, siempre al servicio de sus clientes, tanto es así, que hay quien dice que hablar con Toni es como ir al psicoanalista, la única diferencia está en el precio, uno te cobra una copa y el otro las de toda la barra.
Hoy
cuando he entrado al Jaque y me dirigía a mi rincón casi me caigo
de espaldas de la sorpresa, me he cruzado en la barra ni más ni
menos que con el Dr. Quevedo mi médico de cabecera en el ambulatorio
de Góngora, el mismo cabrón que esta tarde me ha dicho en mi cita
médica que de no cambiar horarios, usos y costumbres, en poco tiempo
la consulta la pasaré bocarriba en la mesa de acero inoxidable de la
morgue municipal.
El
Dr. Quevedo era un tipo malencarado, rechonchón y pelón y lo digo
sin acritud alguna creerme, no en vano, entre sus colegas se le
conoce como el Dr.Cipote porque de su cuerpo orondo emerge una cabeza
alargada y calva que en su parte trasera sobre la nuca y las orejas
luce una gran cicatriz que la circunda, recuerdo de un viejo
accidente de tráfico del que salvó el pellejo de milagro, que le
confiere la forma de un pene con la fimosis recién hecha, en el
ambulatorio decían con cierta befa que a su homónimo, el escritor
del Siglo de Oro, lo conocían por el culo y a el por la polla.
Por
lo demás su cara no tenía rasgos ni para hacerle una caricatura...
Toni
con la maldad que siempre le caracteriza durante las primeras horas
de la noche, luego conforme entra la madrugada cambia unas veces a
mejor y otras a peor, pinchó “Un hombre de verdad” un
tema de Alaska y Dinarama, yo quiero algo especial, un hombre de
verdad, cantan...
La
madrugada entraba fuerte, Rita volvía al Jaque , todos aplaudieron
su entrada y ella cruzó el patio ajedrezado como en los viejos
tiempos, con paso cadencioso contoneando las caderas enfundada en un
ceñido vestido negro, al estilo del que el diseñador Jean Louis
Berthault creó para la Hayworth en Gilda y despojándose
sensualmente de sus largos guantes negros satinados.
Se
acercó a mi rincón y pidió un copazo de Whiskey High West
Campfire, un Straight Bourbon de Kentucki envejecido varios años en
barricas de roble quemado, un privilegio reservado a los dioses como
ella, pero ojo que si te tumba tardarás tres días en despertar.
Rita
en realidad era Antonia hija del portero del cine Alhambra de la
calle Molinos, de jovenzuela siempre iba canturreando por la calle y
era una ferviente admiradora de Rita Hayworth, todas sus películas
las veía subida a un cajón desde la ventanilla de la sala de
máquinas del cine, donde la vieja “Victoria 5” de la casa
italiana Cinemeccanica hacia girar los rollos de celuloide a 24
fotogramas por segundo, de ahí le vino el apodo de Rita que no llegó a ser la Hayworth y por su
afición a cantar quedó en “Rita la Cantaora”
Pero
Rita tenía un defecto y es que alternaba el Straight Bourbon con las
broncas, aquella noche hizo girar su taburete hasta quedar frente a
mi y me dijo:
-Solo...
-Los
hombres que me gustan nunca son los que me convienen, me acuerdo
cuando despertaba en tu camisa, que buenos tiempos...
-Mi
último amante -continuó diciendo- era
lo mejor que me ha pasado desde que dejamos de vernos Solo... Pero lo
acogió Dios en su seno demasiado
pronto, el Dr.Cipote equivocó el diagnóstico y se negó a
reconocerlo, cuando quisieron acordar murió retorciéndose de dolor
como un perro a pesar de que le hicieron trasplantes hasta de orina,
dijo con ojos vidriosos producto de los
whiskys y la rabia.
-Rita...intenté
contestarle, pero se besó el índice y el corazón y me los puso
sobre mis labios cubiertos por la puta mascarilla quirúrgica para
cortar mis palabras y se fue en busca del galeno...
-Aquella
Rita sufrió en sus carnes una tormenta en casa del Dr.Cipote se dejó
tragar por la ballena como Jonás en la Biblia pero no esperó a que
la ballena la vomitara desde dentro lo mató una bala que no lo
conocía de nada.
Nadie
reclamó el docto cuerpo, se mantuvo bocarriba en la mesa de acero
inoxidable de la morgue municipal el tiempo reglamentario hasta que
fue trasladado a la Facultad de Medicina por decisión propia
testamentada, para que hicieran prácticas con él, cuando el
profesor hizo la primera disección del cadáver decidió cerrarlo y
mandarlo a cremar.
“Put
The Blame On Mame”. Échale la culpa a Mame, fue el grafito
escogido por el gran Toni para bajar el cierre aquella madrugada al
Jaque, tema de la famosa escena de Rita Hayworth y sus guantes de
negro satén, Mame bailó el Hoochy-coo, eso mató a McGrew, asi que
pueden culpar a Mame, chicos... decía la letra, o algo parecido...
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