domingo, 22 de marzo de 2020

MADRUGADAS DEL JAQUE... ADIÓS GUILLERMO TELL



   Era un día aciago y plomizo que amenazaba lluvia, se daban todos los ingredientes para que la resaca de la madrugada anterior fuese como si tuviera dentro de mi cabeza la planta entera de producción de acero de los Altos Hornos de Vizcaya.
   Puse en marcha el plan “A” de choque, que consiste en un par de Alka-Seltzer y una sopa de maimones que me enseño a hacer mi madre en tiempos de soltería rebelde, el plan dio su fruto y se empezó a mover la pesada maquinaria, prometo solemnemente que esta madrugada será espartana en la medida de lo posible.
   Es noche bien entrada cuando me dirijo al Jaque, la gigante noria del Humilladero vigila como un espantapájaros de metal muerto, sus cabinas bailan en un desigual vaivén mecidas por el viento, rompe a llover y vuelve el frío a la ciudad fantasma.
 Los ánimos andan arrastrándose por el suelo como orugas de procesionaria, las calles empedradas del Realejo brillan húmedas por el abrazo cansino de las viejas luminarias cuando subo el barrio del Mauror y llego al pub Jaque a eso de las once de la noche, el aldabón de su portón trasero gotea lágrimas como las mejillas de un cornudo que llora en soledad o la de una mujer despechada, dos toques seguidos – espacio – un toque – espacio – dos toques seguidos y la portezuela se abre asomando la jeta de mi buen amigo Toni el camarero que da el visto bueno y me franquea la entrada del Jaque clandestino.
  Una pareja se funde en un abrazo, saltándose las normas, amparados por la penumbra en uno de los reservados, para ellos sonaba “Sexual Healing” de Marvin Gaye, el “Principe de la discográfica Motown” una canción tonta para empezar, quien sabe, si una conversación o una noche sin fin...
  -Toni, ponte un Four Roses con tres peces de hielo para mi y un chupito de whisky Dyc solo, sin nada, para mi tío Guillermo que está al llegar, hace tiempo que no nos vemos.
  -A mi tío, le gustan los tragos cortos pero muy seguidos, no permitas, le rogué, que el vaso se le quede nunca vacío.
  Toni asintió con un guiño a la vez que colocaba el posavasos con Rey Blanco sobre campo arlequinado blanco y negro marca de la casa y encima el vaso tipo “Shot” escanciando un generoso chorro de Dragados y Construcciones.
  Mi tío Guillermo es un gran tipo que ha sabido llevar con la mayor dignidad posible el grillete con la cadena que arrastraba la cabeza de una mujer que lo anulaba como persona y como padre, la soportó siempre aunque necesitó de la inestimable ayuda de otras que le alegraron la vida y la pajarita.
   Mi tío era un perro viejo y socarrón con cara de San Bernardo y cuerpo y rabo, que no cola, de Pitbull terrier, me llamo Tell, Guillermo Tell, donde pongo el ojo pongo la flecha y donde pongo la flecha pongo la pajarita, hay quien relaciona los ojos claros con la infidelidad, el los tenía azules como su madre mi abuela Antonia, la bruja de mi tía ya desaparecida, la última vez que la vi me dijo:
  -No es nadie el de los ojos azules ahí donde lo ves que parece no haber roto nunca un plato ni matado una mosca...
  Toni el camarero con su habitual sentido de la oportunidad pinchó en el picú el grafito de Amy Winehouse “I heard love is blind” un tema que habla de la infidelidad aunque en este caso la infiel es ella, las notas de su deliciosa voz volaban en la cargada atmósfera del pub Jaque como Aves del Paraíso.
  Mi tío era más agarrao que una centuria de ladillas, más que un negro dominicano bailando “Bachata”, tenía los bolsillos sin forro para cumplir el deseo de mi tía cuando le pedía dinero y ella le contestaba que se agarrara los cojones, lo poco que manejaba era para comer donde llegaba con el autobús de línea que conducía, ahí no perdonaba, decía mi padre, que era capaz de comerse un caballo al galope con las herraduras puestas.
  El día que dejó de trabajar fue como cuando la bella mariposa Parnassius apollo cae en una escorrentía de Sierra Nevada y se moja las alas, ya no pudo volar más, se acabó el trabajo y su vida con él se fue apagando poco a poco.
  Eran ya altas horas de la madrugada cuando Toni el camarero me sacó de mi letargo, perdí de nuevo la cuenta de los Four Roses que había bebido, apenas había puesto en orden las servilletas escritas de la madrugada anterior y las de ésta quedaron en blanco algunas empapadas en alcohol, el vaso “Shot” con Whisky Dyc de mi tío Guillermo estaba intacto nadie lo había tocado en toda la noche y nadie lo tocaría, mi tío no acudió a la cita.
  Toni retiró el vaso al tiempo que me daba una palmada en el hombro, él sabía que mi tío había dejado de existir ese mismo día a primeras horas de la mañana, murió en la más absoluta soledad en la cárcel de oro que su mujer le confinó, presa del Coronavirus asesino, ojalá que a falta de familiares haya muerto rodeado de inconsciencia, descansa en paz viejo socarrón.
  Aquella madrugada las últimas notas que soltó al aire el picú del Jaque, mientras Toni el camarero hacía caja, fueron las del “Requiem” de Mozart en honor y gloria de uno de los dos mejores con “Sangre Padilla”

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