Era
un día aciago y plomizo que amenazaba lluvia, se daban todos los
ingredientes para que la resaca de la madrugada anterior fuese como
si tuviera dentro de mi cabeza la planta entera de producción de
acero de los Altos Hornos de Vizcaya.
Puse
en marcha el plan “A” de choque, que consiste en un par de
Alka-Seltzer y una sopa de maimones que me enseño a hacer mi madre
en tiempos de soltería rebelde, el plan dio su fruto y se empezó a
mover la pesada maquinaria, prometo solemnemente que esta madrugada
será espartana en la medida de lo posible.
Es
noche bien entrada cuando me dirijo al Jaque, la gigante noria del
Humilladero vigila como un espantapájaros de metal muerto, sus
cabinas bailan en un desigual vaivén mecidas por el viento, rompe a
llover y vuelve el frío a la ciudad fantasma.
Los
ánimos andan arrastrándose por el suelo como orugas de
procesionaria, las calles empedradas del Realejo brillan húmedas por
el abrazo cansino de las viejas luminarias cuando subo el barrio del
Mauror y llego al pub Jaque a eso de las once de la noche, el aldabón
de su portón trasero gotea lágrimas como las mejillas de un cornudo
que llora en soledad o la de una mujer despechada, dos toques
seguidos – espacio – un toque – espacio – dos toques seguidos
y la portezuela se abre asomando la jeta de mi buen amigo Toni el
camarero que da el visto bueno y me franquea la entrada del Jaque
clandestino.
Una
pareja se funde en un abrazo, saltándose las normas, amparados por
la penumbra en uno de los reservados, para ellos sonaba “Sexual
Healing” de Marvin Gaye, el “Principe de la discográfica Motown”
una canción tonta para empezar, quien sabe, si una conversación o
una noche sin fin...
-Toni,
ponte un Four Roses con tres peces de hielo para mi y un chupito de
whisky Dyc solo, sin nada, para mi tío Guillermo que está al
llegar, hace tiempo que no nos vemos.
-A
mi tío, le gustan los tragos cortos pero muy seguidos, no permitas,
le rogué, que el vaso se le quede nunca vacío.
Toni
asintió con un guiño a la vez que colocaba el posavasos con Rey
Blanco sobre campo arlequinado blanco y negro marca de la casa y
encima el vaso tipo “Shot” escanciando un generoso chorro de
Dragados y Construcciones.
Mi
tío Guillermo es un gran tipo que ha sabido llevar con la mayor
dignidad posible el grillete con la cadena que arrastraba la cabeza
de una mujer que lo anulaba como persona y como padre, la soportó
siempre aunque necesitó de la inestimable ayuda de otras que le
alegraron la vida y la pajarita.
Mi
tío era un perro viejo y socarrón con cara de San Bernardo y cuerpo
y rabo, que no cola, de Pitbull terrier, me llamo Tell, Guillermo
Tell, donde pongo el ojo pongo la flecha y donde pongo la flecha
pongo la pajarita, hay quien relaciona los ojos claros con la
infidelidad, el los tenía azules como su madre mi abuela Antonia, la
bruja de mi tía ya desaparecida, la última vez que la vi me dijo:
-No
es nadie el de los ojos azules ahí donde lo ves que parece no haber
roto nunca un plato ni matado una mosca...
Toni
el camarero con su habitual sentido de la oportunidad pinchó en el
picú el grafito de Amy Winehouse “I heard love is blind” un
tema que habla de la infidelidad aunque en este caso la infiel es
ella, las notas de su deliciosa voz volaban en la cargada atmósfera
del pub Jaque como Aves del Paraíso.
Mi
tío era más agarrao que una centuria de ladillas, más que un negro
dominicano bailando “Bachata”, tenía los bolsillos sin forro
para cumplir el deseo de mi tía cuando le pedía dinero y ella le
contestaba que se agarrara los cojones, lo poco que manejaba era para
comer donde llegaba con el autobús de línea que conducía, ahí no
perdonaba, decía mi padre, que era capaz de comerse un caballo al
galope con las herraduras puestas.
El
día que dejó de trabajar fue como cuando la bella mariposa
Parnassius apollo cae en una escorrentía de Sierra Nevada y se moja
las alas, ya no pudo volar más, se acabó el trabajo y su vida con
él se fue apagando poco a poco.
Eran
ya altas horas de la madrugada cuando Toni el camarero me sacó de mi
letargo, perdí de nuevo la cuenta de los Four Roses que había
bebido, apenas había puesto en orden las servilletas escritas de la
madrugada anterior y las de ésta quedaron en blanco algunas
empapadas en alcohol, el vaso “Shot” con Whisky Dyc de mi tío
Guillermo estaba intacto nadie lo había tocado en toda la noche y
nadie lo tocaría, mi tío no acudió a la cita.
Toni
retiró el vaso al tiempo que me daba una palmada en el hombro, él
sabía que mi tío había dejado de existir ese mismo día a primeras
horas de la mañana, murió en la más absoluta soledad en la cárcel
de oro que su mujer le confinó, presa del Coronavirus asesino, ojalá
que a falta de familiares haya muerto rodeado de inconsciencia,
descansa en paz viejo socarrón.
Aquella
madrugada las últimas notas que soltó al aire el picú del Jaque,
mientras Toni el camarero hacía caja, fueron las del “Requiem”
de Mozart en honor y gloria de uno de los dos mejores con “Sangre
Padilla”
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