El
Jaque se ha convertido en un istmo entre un mar de persianas
cerradas, es una odisea sortear los efectivos policiales que
“apatrullan” la ciudad invitándote bajo presión a que te
quedes confinado en casa, esto ha hecho que cambie mi ruta habitual y
utilice todas clase de tretas y artilugios para alcanzar el aldabón
de la puerta trasera del Jaque.
Dos
golpes de aldaba seguidos – espacio – un toque – espacio –
dos toques seguidos, como los golpes de martillo en las levantás de
los pasos de silencio, este ritual que te franquea la puerta de
entrada al Jaque es lo más parecido que ha quedado de la Semana
Santa de este año 2020.
Una
vez dentro parece que el tiempo ha dado marcha atrás y vuelve a las
vísperas de la cuaresma cristiana, si, parece que estamos otra vez
en carnaval, puedo observar ya situado en mi rincón y con mi primer
Four Roses delante, a Charlie “El Manso” marido de Marga con un
pijama de ATS, a Alma con el uniforme de Limpiezas Castor, a Louise
con el de azafata de Iberia, a Estela con el del Mercadona o incluso
yo mismo que he desempolvado mi antiguo uniforme de conductor de Alsa
y es que la única manera de burlar los filtros policiales es
justificando tu salida como que vas a trabajar.
“Apocalypse
please” un poquito de apocalípsis por favor, pone la música la
banda inglesa de rock alternativo Muse.
Como
escribí en mi anterior crónica, el “efecto confinamiento” y el
boca a boca están trayendo al Jaque viej@s
conocidos, entre ellos está Rebeca una chica del barrio que a pesar
de su juventud era una virtuosa del cuplé y probó suerte en los
madriles haciendo acompañamientos en el Teatro Goya de la calle
Poniente en el castizo barrio de Malasaña, Rebeca en realidad era
Encarna la hija del pollero de la calle Pavaneras, le pusimos el
sobrenombre porque los pollos daban para poco y siempre iba con la
mismas prendas que alternaba entre sí, una celeste y otra rosa coral
de punto granito sin cuello y abotonada, tejidas por su abuela Luisa,
ella lo asumió con sumo gusto.
Rebeca
volvió al barrio a los años cansada de vagar, malfollada y sin un
duro, a lo que hubo que sumar el cierre de la pollería por la muerte
de su padre víctima de una sífilis que, en su etapa tardía, le
provocó una parálisis y posteriormente un tumor que se lo llevó en
volandas.
Aquella
noche me reconoció nada mas verme, se acercó a mi rincón y me
dijo:
-Solo...
-Hace
unos cuantos años que llevo una vida digamos, que un tanto disipada,
viví mucho tiempo siendo una virtuosa y ahora vivo en pecado, solo
me queda del cuplé la provocación el erotismo y la seducción.
-Hagas
lo que hagas y como lo hagas la gente va hablar de ti, no te cortes,
traspasa los límites si eso te hace feliz y peca, pero no hay placer
que no sucumba a la rutina, no te entusiasmes por nadie ni por nada,
le dije.
-Quisiera
ser como tú que le gustas a todo el mundo, continuó diciendo
-Querida
Rebeca si le gustase a todo el mundo sería una croqueta, le
respondí
Rebeca
estalló en carcajadas, reía con los ojos y movía las pestañas
como las alas de un colibrí.
-Me
gustaría cantarte un cuplé a solas y esta noche tengo el tono ideal
Toni
puso para ella “El Relicario” del gran maestro José Padilla, que
se dice compuso en cinco minutos, e interpretado por la bella Raquel
Meller.
No
hay cal sin arena o viceversa, nunca me aclaro que es lo malo y que
lo bueno, sonó la aldaba con los toques convenidos y Toni abrió el
portón trasero de Jaque sin comprobar por la portezuela superior
quien era, cuando quiso reaccionar ya era demasiado tarde se coló
entre los treinta centímetros de apertura como una ráfaga de aire,
como un tiro de Luka Doncic desde los 6,25m entró sin tocar el aro
por debajo de su brazo.
No
era otro que Iñaki de Leiza un vasco de ETA que cumplía pena en el
Centro Penitenciario de Albolote y en los permisos cortos que no le
daba tiempo a ir a su tierra aterrizaba por el Jaque, hace un año
consiguió la libertad antes de tiempo gracias a la doctrina Parot,
un hijo de puta cobarde de dedo fácil, estaba en la calle
legalmente, había saldado sus cuentas con la ley, pero un asesino no
tiene botón de encendido y apagado.
-Hola
Solo cuanto tiempo sin vernos- Me dijo
El
aire del Jaque se tornó grueso, irrespirable, Toni me miró desde el
otro lado de la barra le hice un gesto y volcó la botella de Four
Roses en mi vaso, el picú quedó mudo y se podían oír los
borbotones del whiskey remover los peces de hielo dentro de la copa.
-Hola
Iñaki- le respondí, si mucho tiempo
-¿Sabes
Solo? La derrota de Eta es pasajera, algún día hay volveremos a la
lucha armada, yo no le temo a la muerte la llevo dentro- dijo
-La
derrota siempre es una opción en la vida, dolorosa pero es una
opción y el ser humano está preparado para superar el dolor y la
frustración- le dije intentando salvar los muebles.
Iñaki
era todo pistola, la 9mm Parabellum ocupaba más sitio que él, si
algún día, que espero que llegue pronto, lo tuvieran que freír en
la silla eléctrica, con un tostador de pan habría más que
suficiente para electrocutarle.
Los
años de cárcel y su debilidad sexual por los jovencitos dentro de
ella, le provocaron una tuberculosis venérea de la que nunca llegó
a sanar, cinco días después pude leer en la prensa que el discípulo
de Josu Ternera había contraído el COVID-19 y que no le fue posible
vencer la enfermedad por su patología crónica, era el primer muerto
en Granada por la pandemia.
Toni
el camarero pinchó en el picú “Happiness! Un tema en el que Jónsi
(Sigur Rós) y su novio Alex Somers hablan de que la felicidad trae
la serenidad y la tranquilidad, acto seguido Toni brindó por Iñaki
y porque no hay mal que por bien no venga.
Aquella
madrugada en la 108 del Hotel Albero entre cuplé y cuplé nos
dieron las diez y las once, las doce las una, las dos y las tres, de
la tarde quiero decir...
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