sábado, 4 de abril de 2020

MADRUGADAS DEL JAQUE...TÓCALA OTRA VEZ CHOPIN



   El Jaque me da la oportunidad de escribir lo que quiero sin tener que justificar lo que digo, con mis personajes, me reservo la facultad de mostrar el bien y el mal de la forma y manera que crea conveniente, es prerrogativa del autor y como autor, solo tengo una responsabilidad: narrar lo mejor que se las historias, luego, el lector aprobará o condenará el resultado, pero nunca al autor.
   Puedo escribir sobre putas y chulos, estafadores, violadores asesinos o drogadictas y mafiosos, acaso lo que haga o piense un personaje es reflejo de su autor? Yo solo recojo historias, soy un cantor de lo cotidiano que ya es demasiado ser, sobre todo, teniendo tan pocas armas como son un bolígrafo y un puñado de servilletas.
   Y no olvidéis, solo el que escribe puede llevar la realidad a la ficción o todo lo contrario
   Son la diez de la noche, la madrugada del viernes decimonoveno día de confinamiento se acerca, mi fiel Toni, el camarero del Jaque, moldea su cabello con una lágrima de «Gel-Gomina Wax Coco» para controlar sus rebeldes rizos plateados, se abrocha el chaleco de solapas de raso negro, los últimos botones de su camisa «Brighton Sols» y se ajusta la pajarita «diamond» fucsia, se abre la sesión...
   Suena «Bienvenidos» y canta «Mike Ríos, el Rey del Twist»
  Aquella madrugada, sonaron los golpes del aldabón sobre el portón trasero del Jaque con una cadencia rotunda y tardía, parecían los mazazos que golpean el ronco tambor que acompaña en procesión al más bello cristo crucificado andaluz, el del Silencio de Granada, del maestro Mena.
  Toni el camarero, antes de comprobar quien era el dueño del siniestro son, me miró entre los azulados hilos de humo que desprendía el Winston decomisado que se consumía colgando de la comisura de sus labios.
   Mientras Toni recobraba el aliento tras la sorpresa y apestillaba el viejo portón, hacía entrada al ajedrez un tipejo enjuto bajo un sombrero «fedora», un par de clavículas que arrastraban un montón de huesos forrados por una vieja y descolorida gabardina de aquellas que usaban las tropas de Garibaldi.
   El tipo en cuestión con las manos dentro de los bolsillos, se dirigía hacia mi sin ningún género de dudas, y el muy cabrón de Toni no aparecía por el lobby que da acceso a la parte trasera de la barra, yo estaba ya en estado de guardia dispuesto a repeler un más que posible ataque, dentro de las pocas posibilidades que me quedan de poder repeler ataque alguno...
   De repente, empezaron a sonar los compases de «Nocturnos, Op.9» las corcheas del segundo nocturno, el más famoso, de los creados por el gran maestro al piano Chopin flotaban en un aire que se podía cortar...
   El tipejo en cuestión, se detuvo empañando con su aliento los cristales de mis gafas de cerca que subían y bajaban sujetas por mis orejas al compás de mis pobres latidos, levantó con el dedo índice el ala de su sombrero «fedora», el criminal Clyde Barrow, usaba fedoras de distintos tonos que su compañera Bonnie escogía para cada ocasión...
   Que me aspen, me dije con los ojos como dos platos hondos, el maldito «Jack Skeleton» era ni mas ni menos que mi querido Chopin...
  Chopin, en realidad, era Filiberto Rodrínguez Alcosta un lejano y apartado descendiente de una familia de rancio abolengo, (los Rodringuez Alcosta de toda la vida), que tenían un palacete en la Calle Niños del Rollo, en el culmen de la colina del Mauror, muy próxima a la Puerta del Sol.
   Caían las hojas del almanaque del año 70, cuando un jovenzuelo de  apenas veinte primaveras recién salido del conservatorio donde cursó estudios de Piano y Fundamentos de Composición Acústica, se presentó una madrugada a un Jaque que hacía pocas semanas que había inaugurado sus ajedrezadas instalaciones y se ofreció para amenizar las madrugadas al son de su piano, desde entonces hasta finales de los 90, Chopin fue compañero de fatigas en el Templo del Mauror, todavía lo puedo ver cantando Casablanca con los labios de una fulana en la boca, acariciando el piano con un cigarrillo entre los dedos de una mano mientras la otra hurgaba la bisectríz de la dama, entonces el Jaque no tenía calefacción, la temperatura la marcaba el piano de Chopin...
   La voz de Dooley Wilson interpretaba «As Time Goes By» una canción que fue llevada más tarde, en el año 42, a la película Casablanca para una de las escenas más recordadas de la historia del cine, hoy 80 años después endulzaba el aire del Jaque.
   -Que vas tomar viejo truhán- le preguntó Toni
   - Ponte un «Tendido 8» de aquellos que me preparabas con tu infinita maestría.
   Tendido 8, era conocido en el coso de la «Monumental de Frascuelo» como un sector en el que daba el sol de macetilla al inicio de la fiesta, para alcanzar la sombra conforme discurría la faena, osea un «Sol y Sombra»
  Cuando se quitó el sombrero pude apreciar un rostro que era un deshecho orgánico, amoratao color cecina, Filiberto dio un largo trago ayudándose de ambas manos para poder desplazar la copa hasta su boca sin derramar el liquido, presa de unos horribles temblores que a medida que bebía iban desapareciendo.
  -No cambias Solo, sigues siendo el mismo salvo que has recogido todos los kilos que yo me he ido dejando en el camino- Me dijo riendo
  - Siempre has sido un tipo asquerosamente listo -continuó diciendo- se que huelo a cadáver desde Pamplona, tomo pastillas hasta para cuando me da un brote de felicidad, mi cuerpo no está acostumbrado a ella y me provoca comezón, Solo, busco la muerte pero ella se ríe de mi y no viene, dame un consejo para encontrarla.
  -Hace tiempo que no doy consejos amigo Chopin, sólo si puedo, doy consuelos- Le dije un tanto aturullado por sus palabras
  -Pero mi buen amigo Chopin, no te afanes en buscar la muerte porque la vida te llevará derecho a ella...acabé diciéndole.
  La siguiente vez que supe de él, fue una noche cruda que me dirigía al Jaque por la calle Jarrería, el viento levantó las hojas de un periódico meado por los perros quedando abierto en la página de las esquelas, en la más pequeña de ellas se podía leer:
«Rogad a Dios en caridad por el alma del señor»
D. Filiberto Rodrínguez Alcosta alias «Chopin»
(Maestro al piano)
Que falleció en el día de ayer, confortado con los auxilios espirituales
Las Hermanas de la Caridad de Granada le invitan a participar de tan sensible pérdida
   Chopin no encontraba la muerte porque nunca buscó en su interior, la llevaba dentro, el Delirium tremens era su compañero de viaje, cuentan que su última voluntad, fue que en su epitafio rezara la frase «Murió vivo» y que tiraran la corona hacia atrás a ver quien era el siguiente...
   Aquella madrugada, el cierre fue un mar de lágrimas al brindar por Chopin, sonaban los compases de «Piano Man» al piano y la armónica Billy Joel, «Hay un anciano sentado cerca de mi haciéndole el amor a su Gin-tonic, toca otra vez viejo perdedor, haces que me sienta bien», cantaba...




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