lunes, 27 de abril de 2020

MADRUGADAS DEL JAQUE...BALADA TRISTE DE JUAN VALDEZ



   La única reforma que he hecho en mi casa en los últimos veinte años ha sido esta mañana al cambiar mi querida cafetera Moka, por una coqueta y descarada Nespresso que me regaló mi ex con el cariño y la ilusión de que mi tensión algún día pegue una subida que mi corazón salte como el contador de la silla eléctrica cuando intentaron ejecutar a Willie Francis. Recuerdo con aflicción que al pasar por su lado me chiflaba como los albañiles a la hermosa hija de la portera del convento de las Comendadoras de Santiago, murió entre lagrimas negras -mezcla de natural y torrefacto- aunque antes que vencida por esa mala pécora de cápsulas, hubiese preferido morir del piropo de una explosión de gas ciudad.
   ¡Ah! También he repintado el interior de la puerta del «wáter-closet» donde escribo lo más lúcido que me viene a la cabeza en esos momentos de aprieto intestinal en los que estrujas el recto contra las duramadres mas recónditas y oscuras y no sirve de nada.
   Salgo a la calle y llueve, desde hace unos días llueve por aspersión, Abril nos trae lluvias que antaño pasaron de largo, tendremos agua este verano aquellos a los que el virus no les apague la sed, llueve sobre los tejados donde fuimos más que amigos, sin bares ni hoteles, -bajo el fracaso-, es el único sitio donde te sentirás seguro porque nadie va a intentar quitarte el último puesto, cuando un amor de verdad fracasa quedará en tu memoria para siempre, los otros, la lluvia los arrastrará a los imbornales del olvido cualquier tarde lluviosa de cielo plomizo de mangas largas.
   Dos golpes – espacio – un golpe – espacio – dos golpes... se abre el Templo del Mauror, el Pub de los Sueños, el Jaque.
   Gabinete Caligari con su éxito «Al calor del amor en un bar» pone el ritmo y Toni las copas con el Winston colgando de la comisura de los labios, música humo y alcohol, un encuentro planetario que diría la muñeca diabólica que malparió Zapatero, la tal Leire Pajín.
   Anoche se juntaron las claras y las tantas, Toni se queja de que pronto cerraremos a la hora de abrir, dice que este mediodía se ha levantado como si se hubiese lavado los dientes con trementina y después se hubiese enjuagado la boca con arena, cuenta que estaba tan cansado, que escupía al wáter y le caía dentro de la boca, pero es su vida, huérfano de madre, Toni tuvo una dura infancia, lo único que pudo sacar de su padre fue el oficio y la afición al Whisky a fuerza de crecer cogido de su mano siempre al lado de una barra.
   Hacía tiempo que Juan Valdez no visitaba el Jaque, creo que cinco años y un día mas otros tres de viaje en autostop desde Santoña al Realejo, aquella madrugada apareció dando trompicones, se empeñaba en no usar bastón y después de tantos años de ausencia le había perdido las medidas a la ciudad y el pulso a sus costumbres, Valdez veía de noche menos que un dálmata de porcelana china pero lo suplía con su fuerza de voluntad y el instinto de supervivencia.
   Hubo un tiempo que su vida marchaba viento en popa a toda vela, las papelinas dejaban buenos dividendos pero acabó siendo un ratero de poca monta, cuatro radiocasettes y algún que otro puente en coches ajenos para pasar la noche de juerga por los puticlub de carretera.
   Hasta que un día le ofrecieron el negocio de su vida, colaborar en el robo de un banco en Santander, el dijo que se iba una temporada de vacaciones a un apartamento en Santoña con vistas al mar, el sueño de su vida, el asalto fue un desastre, en la huida, -entre que no conocía Santander y que no veía mas allá de sus narices-, fue a esconderse en una comisaría de policía. El apartamento soñado se hizo realidad y se tiró cinco años y un día en «la cárcel del mar» en la Prisión del Dueso, un penal que se construyó en 1907 en un lugar privilegiado en la costa cántabra.
   Elvis Aaron Presley se hizo dueño del lugar cuando sonaba «Jailhouse rock» una de las mejores canciones de todos los tiempos, tema creado por Jerry Leiber y Mike Stoller para la película «El rock de la cárcel».
   Juan Valdez era un tipo muy castigado por la vida y por la genética, tenía el rostro tenso y alargado como un ataúd, hay tipos que su mejor cara es el ojo del culo, las pocas veces que reía parecía que le tiraban los puntos de la fimosis y el aliento le olía al grisú del Pozo de Lláscares.
   Cada mañana al levantarse miraba si había alguna piraña en el bidé que llevarse a la boca, su menú diario era un triste plato de macarrones cocidos con cápsulas de ansiolíticos gratinados para darle un toque de color, aquella madrugada se puso lo mejor que tenía en su armario, un traje gris perla que tenía más brillos que unas bragas de pedrería, el muerto era más pequeño aún que él y parecía con los tirantes que iba encarpetado, en el cuello de la camisa llevaba escrito su epitafio...
   Se acercó a mi rincón y pidió un café, Juan Valdez solo bebía café –de ahí su apodo, nadie sabía su nombre real- si alguien lo invitaba pedía que lo enfriaran con un chorro de whisky, me pidió un pitillo y me dijo:
  -Solo...
  -La ceguera me llega a los pies, tengo durezas hasta en lo ojos y a mi corazón le falla el hígado, hubo un tiempo -dijo con una sonrisa biliar- que arrastraba un carrito de palos de golf, ahora arrastro la máquina de diálisis por los pasillos del PTS.
  -Cuanto lo siento Juan, hay veces que no hay que bajar al infierno, está a pie de calle, tómate un Whisky te invito -Le dije apesadumbrado, en el fondo Juan era un buen tipo.
  -Hace mucho tiempo, años, -continuó diciendo- que no estoy con una mujer Solo... mis últimas citas han sido con el forense y el marmolista, anoche soñé que besaba a una chica, tenía los ojos vacíos y su frío aliento empañaba los míos, su vestido de seda rosa estaba tan arrugado que parecía estar embutida en un ataúd, fue como si me besara la encargada de echarle migas de pan a los muertos en el cementerio.
  Fue la última vez que vimos a Juan Valdez, cuentan que a la hora de amortajarlo la cara se confundía con su ataúd, la tanatoesteta de la morgue dijo, que era imposible sacarle algún lustre a aquel desgraciado y convino, con las tres personas que estaban presentes, en velar el cadáver bocabajo.
  Al darle la vuelta, en el cuello de la camisa se podía leer:
  «Con mi suerte seguro que me reencarno en un cadáver»
  «You can't always get what you want» rasgaba el ambiente del Jaque que empezaba a perder la temperatura conforme se apagaban las luces.
  «No siempre puedes conseguir lo que quieres» la balada de “Sus satánicas majestades” despedía a Juan Valdez

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